Cuidados
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Este documento está compuesto por dos partes. La primera se refiere a las cuestiones que debemos hacer conscientes cuando acompañamos a una persona, y la segunda a cómo materializamos esa consciencia en nuestros procesos de trabajo con las personas a las que acompañamos. Esta segunda parte está relacionada con los procesos del Sistema de Gestión de Calidad de los centros de la Diputación de Segovia. El primer epígrafe del manual “Somos conscientes” es una especie de índice que recoge todas las cuestiones de las que nos hacemos conscientes cuando acompañamos. Cada una de ellas se desarrolla en una sección del manual. Aprendemos con y de las personas a las que acompañamos, aprendemos del tiempo que compartimos y aprendemos unos/as de otros/as. Aprendemos en la lógica de la mejora continua y lo que hoy valoramos mañana nos parece ya inservible por lo que, cuando ese momento llegue, nos comprometemos a cambiar lo que ahora consideramos buen hacer en el acompañamiento a las personas. Entendemos este documento como una herramienta para tomar consciencia cuando acompañamos a las personas. Pretendemos también que nos permita reflexionar sobre nuestro trabajo. La tarea de orientar al bienestar de las personas que se acompañan definido desde su perspectiva, sus derechos, sus deseos y sus valores. Buscamos una forma de hacer las cosas que aporte a la persona afecto, seguridad y calidez.
La investigación cuyos principales resultados se presentan en esta publicación, adopta un enfoque participativo a partir de la identificación de indicadores sociales basados en la estrategia metodológica de la triangulación. Se parte de una amplia revisión bibliográfica y del análisis del material empírico primario, a partir de los resultados del trabajo de campo llevado a cabo mediante técnicas cuantitativas (dos encuestas) y cualitativas (entrevistas semiestructuradas y grupos de discusión).
Los resultados obtenidos que se presentan a lo largo de la publicación sugieren que, si bien el SAD es valorado de forma muy positiva, sobre todo por la calidad humana de los equipos profesionales que intervienen y la cercanía y relaciones que se producen entre estos y las personas que reciben el servicio, también se percibe un conjunto de disfunciones en su diseño, gestión y prestación actual, de manera que no resulta de suficiente calidad. Del mismo modo, la mayoría de las opiniones recogidas de nuestros interlocutores coinciden en la afirmación de que con el SAD no se llega a cubrir las necesidades de atención integral y personalizada que requieren las personas mayores y sus familias cuidadoras, las cuales siguen realizando a sus expensas la mayor parte del trabajo de cuidados.
Las principales áreas de mejora de la prestación que se sugieren por quienes han participado en el estudio son diversas. En lo que atañe a los equipos profesionales del SAD, pasan principalmente por el incremento salarial y la adecuación en su formación sobre los contenidos y elementos de los nuevos modelos de cuidados. Así mismo, se ha producido acuerdo mayoritario en cuanto a la necesidad de generar mayores ratios de las plantillas con inclusión de otras figuras profesionales (en especial de la terapia ocupacional, pero también de la psicología, la fisioterapia…).
A lo anterior se une otra demanda repetida por las y los profesionales, y que se constituye como uno de los principales cambios a acometer si se quiere que los servicios sociosanitarios de CLD sean considerados como un bien social: la necesidad de emprender campañas informativas dirigidas, tanto a los actores de los sectores de atención social y sanitaria, como a la sociedad entera de cara a conseguir una revalorización de la imagen social de los cuidados y del trabajo que realizan sus profesionales en general y, en particular, de la atención domiciliaria.
Por otra parte, los resultados recogidos en torno al SAD sugieren la precisión, no tanto de “mejorar” este servicio en particular, sino que lo que habría que plantease es su “transformación”. Desde la propia dimensión conceptual, habría que dejar de referirse a un único servicio para definir un conjunto de prestaciones, recursos y apoyos para desarrollar una atención domiciliaria y en la comunidad que sea continuada y adaptada a cada contexto y a cada persona, que ha de poder elegir entre diferentes alternativas. Para ello, se aspira a que el sistema sea capaz de integrar diferentes actuaciones y dimensiones hoy dispersas, fragmentadas o inexistentes.
En primer lugar, poder ofrecer, para adaptarlos a cada caso, un paquete integrado y sin incompatibilidades de recursos mediante los servicios del ámbito social (asistencia personal, SAD, teleasistencia y otras tecnologías, centros de día, productos de apoyo y accesibilidad de la vivienda, prestaciones económicas, residencias y otros alojamientos…), con independencia de la titularidad de los mismos. Por otra parte, desarrollar canales estables de coordinación entre estos y los servicios sanitarios. Del mismo modo, se pide complementar la atención formal y la informal desde un enfoque de género para avanzar en un reparto equitativo en el trabajo de cuidar, ofreciendo formación y servicios de respiro a las familias cuidadoras.
Y para avanzar en el concepto de “sociedad cuidadora” se considera muy conveniente la incorporación de los recursos comunitarios existentes en cada territorio (desde el asociacionismo, el voluntariado, los centros cívicos socioculturales, las farmacias y comercios, entre otros), así como trabajar con las personas mayores y con discapacidad la promoción de la salud y su participación e inclusión social.
Este decálogo, elaborado desde la Red CuidAs a través del GOE 5, un grupo de trabajo dedicado a promover la sensibilización social hacia una nueva mirada al cuidado, pretende orientar, alimentar la reflexión y generar sinergias en las necesarias iniciativas que, desde distintos lugares, servicios y entidades, precisan seguir siendo impulsadas para ir transformando la actual visión del cuidado de larga duración y de las personas implicadas en el mismo.
En su primera parte, se comparten siete consideraciones sobre las personas que necesitan apoyos o cuidados. Su segunda parte, se dedica a las personas que cuidan y al significado del cuidado.
Estamos ante un cambio cultural. Un proceso largo y complejo que requiere de alianzas y de una visión compartida. La mirada a las personas, en plural, implicadas en el cuidado, y al significado del mismo, es el necesario punto de partida.
Esperamos que este decálogo, concebido como un documento abierto, sea de ayuda en este tránsito.
El principal objetivo de esta iniciativa es llevar la cultura ética de los cuidados a todas las residencias de mayores.
Edadismo: tipo de discriminación específica que consiste en tratar al otro de manera diferente solo por la edad que tiene.
Es frecuente hablar de la infantilización como una de las formas en las que el edadismo se manifiesta. Es un tipo de violencia psicológica que afecta al bienestar emocional de las personas mayores.
La manera de tratar al adulto mayor como si fuera un niño implica infravalorar sus capacidades físicas y mentales y su bagaje personal. Se favorece así una prematura pérdida de la independencia y autonomía, que puede dar lugar a diversas patologías de tipo psicológico, como pueden ser depresión, autoestima baja y percepción negativa de su autoconcepto (cómo creo que soy: alto, miedoso, paciente, nervioso, reflexivo…).
Otra forma de discriminar al adulto mayor por su edad es el paternalismo, que consiste en un ejercicio de poder sobre un sujeto orientado a evitarle daños. La RAE lo define como la tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo; políticas, laborales, etc.
El paternalismo es el modelo de cuidado tradicional. Se trata de un modelo obsoleto, ya que los cuidados deben girar en torno a la persona (modelo de atención centrada en la persona), además de tener en cuenta su dignidad. Bajo la estela del paternalismo, ser una persona mayor se convierte en sinónimo de ser menor de edad. La persona queda reducida a ser un sujeto pasivo, sin voz, incapacitado para la toma de decisiones relevantes para su propia vida.