Al principio sentí una gran incredulidad, pensar esto no puede estar pasando, no es real, es una pesadilla, me iré a dormir y mañana cuando despierte todo seguirá siendo igual que siempre, pero no, al final tuve que aceptar que era real y estaba pasando.
Soy profesional del ámbito educativo (pedagoga), especializada en animación de personas mayores y demencias. He trabajado en residencias, pero afortunadamente en estos momentos no. Lo digo así de claro porque no me hubiera gustado para nada encontrarme en la situación que se han tenido que encontrar los trabajadores de residencias ante la presencia del covid-19. Ya de por si su trabajo es duro y difícil, me pongo en su piel en estos momentos, lo han de estar pasando francamente muy mal.
La verdad es que ya hace bastantes años que dejé voluntariamente de trabajar en residencias. Aproveché para hacerlo cuando me quedé embarazada. Quería disfrutar al máximo de mi embarazo y dedicarle el 100% del tiempo a mi hija.
No me gusta el ambiente de las residencias, me parece muy deprimente. Yo trabajé como animadora y con mi trabajo debía compensar un poco ese ambiente. Hacía todo lo posible, dentro de mi horario y posibilidades, lo daba todo, pero me sentía a menudo impotente por no poder hacer más. Siempre me ha gustado ir más lejos y una intervención superficial, que era todo lo que yo podía hacer, no me llenaba ni me motivaba lo suficiente.
El destino quiso hace seis años poner en mis manos la gestión de unos talleres para enfermos de Alzheimer en fase inicial y moderada. Los gestionaba una asociación que los iba a cerrar con doce usuarios. Yo trabajaba allí como monitora y me iba a quedar sin empleo. Me armé de valor y tomé una decisión con el corazón, no podía dejar colgados a unos usuarios con los que compartía maravillosos momentos todos los días y los amaba, no podía imaginar dejarlos de ver y cuál sería su suerte viéndose obligados a dejar de venir a los talleres.
Estuve un año de autónoma con los talleres y mientras tanto fundamos la asociación junto a otras personas voluntarias que colaboraban conmigo. Lo hicimos porque no teníamos ánimo de lucro. Queríamos conseguir ayudas y el apoyo de administraciones públicas y privadas para poder seguir adelante con nuestro proyecto, de otro modo no lo veíamos viable. Hemos conseguido llegar a los cinco años de asociación, con gran voluntad y esfuerzo y con ayudas las mínimas, a pesar de estar haciendo un trabajo excelente.
El 12 de marzo nos llaman del ayuntamiento de nuestra ciudad para decirnos que recomiendan cerrar todos los centros donde se reúnan personas mayores a causa del estado de alarma por el covid-19. Recuerdo bien que era jueves y yo estaba comprando en el supermercado. El 11 de marzo fue el último día que abrimos los talleres. Ya han pasado dos meses y todavía no sabemos cuándo y si podremos volver a abrir. Estamos manteniendo contacto telefónico con nuestros usuarios, pero no hemos podido verlos, ya que ninguno de ellos dispone de internet para poder hacer video llamadas. De todas formas, sabemos que están conformados, bien cuidados y protegidos en sus casas con sus familiares que los quieren un montón. Saber que ellos están bien nos permite vivir más tranquilos en estos momentos tan complicados.
Hace dos meses que no veo a mis padres, aunque hablo con ellos a menudo por teléfono y también hacemos video llamada, pero no es lo mismo. Nunca hemos estado tanto tiempo sin vernos y nos echamos de menos, pero bueno, la situación obliga y con setenta y tantos años son considerados población de riesgo. Viven en una casa aislada en el campo con su jardín y su huerto. No están solos, mi hermano y cuñada viven en una casa contigua y se echan una mano entre ellos. Mis padres son autónomos y mantienen una vida muy activa, mi padre todavía conduce y se desplazan continuamente para hacer gestiones, etc. Ahora el covid-19 les ha obligado a parar, y no lo llevan muy bien. Además a mi madre le tenían que hacer una prueba de tiroides que era urgente y de momento se la han aplazado ya dos veces para que no vaya al hospital.
Espero que esta espera no le repercuta negativamente en su salud. Como ella misma me dice: “Al final si no nos mata el covid-19, nos matará otra cosa”.
Dada la situación, me considero afortunada por tener la suerte de estar confinada y no tener que salir a trabajar. Estar desempleada no es una situación agradable, porque hace falta dinero para comer y pagar facturas. Yo no he perdido mi trabajo por la pandemia del covid-19, ya llevaba unos meses en paro. Decir que estoy desocupada no me parece justo, ya que sigo haciendo tareas administrativas de la asociación, estoy cuidando de mi hija adolescente, de mi pareja, me hago cargo de las tareas de la casa, compras, etc. Hay que poner en valor estas ocupaciones no remuneradas que son esenciales y muy necesarias, atribuidas injustamente a las mujeres y que les impiden a muchas poder desarrollar otros centros de interés.
De todas formas, estar confinada a mí personalmente no me supone un gran esfuerzo porque estoy a gusto en casa y bien acompañada. Me gusta tener tranquilidad para pensar y escribir. He aprovechado para hacer esas tareas pendientes y que nunca tienes tiempo de hacer, como limpieza de armarios y cajones, armar un puzle de 500 piezas, probar diversas manualidades y recetas nuevas. La verdad es que no siento mucha necesidad de salir. Salgo más por obligación que por otra cosa. Me gusta salir a pasear, pero al no poder hacerlo sin restricciones, me siento más libre encerrada aquí en casa.
Veo con preocupación que está pandemia del covid-19 se va a alargar más de lo previsto. Incertidumbre por no saber cuándo podremos volver a la normalidad, si todo volverá algún día a ser como antes o ya nunca volverá a ser igual. Yo creo que esta crisis sanitaria y económica va a poner a prueba nuestra resiliencia y nuestra capacidad para reinventarnos. Si somos capaces de aprender algo bueno y crear algo nuevo, no habrá sido tiempo perdido.
(Relato de Marta Surroca para la I Convocatoria de Relatos en primera persona sobre el coronavirus en el ámbito de los cuidados de la Fundación Pilares.)